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Hablar de la muerte nunca es fácil. Mucho menos cuando quien escucha tiene ojos curiosos, corazón inocente y apenas empieza a entender el mundo. ¿Cómo le decimos a un niño o niña que alguien a quien ama ya no está? ¿Cómo se explica el adiós sin romper lo que aún está creciendo?

No hay una fórmula perfecta, pero sí hay algo que puede guiarte: la verdad dicha con amor.

No esconder lo que duele, pero sí cuidarlo

A veces, con la mejor intención, intentamos “proteger” a los niños ocultando lo que pasó o disfrazando la verdad con frases confusas como “se fue de viaje”, “está dormido” o “nos cuida desde el cielo”. Pero lo cierto es que ellos saben que algo cambió. Lo sienten. Y cuando no les explicamos, su imaginación puede ser mucho más dura que la realidad.

Hablar de la muerte con claridad, pero con ternura, les ayuda a confiar en lo que sienten y en quienes los rodean.

Algunas claves que pueden ayudarte

💬 Sé honesta, aunque duela: puedes decir “mamá murió” o “el abuelo ya no está con nosotros porque su cuerpo dejó de funcionar”. Usa palabras simples, sin tecnicismos, pero reales.

🧠 Respeta su edad, pero no lo subestimes: los niños entienden más de lo que creemos, pero necesitan tiempo para procesarlo. Habla con calma y abre un espacio para que pregunten, incluso si no tienes todas las respuestas.

🤲 Sostén sus emociones sin apurarlas: puede que lloren, se enojen o hagan preguntas inesperadas. Acompaña sus emociones sin intentar corregirlas. A veces un abrazo vale más que mil palabras.

🌱 Habla de los ciclos de la vida: puedes explicar que todos los seres vivos tienen un comienzo y un final, como las plantas, los animales… y también las personas. Que morir es parte de vivir, aunque sea difícil de entender.

🌳 Invítalo a despedirse a su manera: escribir una carta, dibujar, plantar algo, visitar un lugar especial… cualquier gesto que le permita expresar y honrar el vínculo que tuvo con esa persona.

En Sanctum Forest creemos que los niños merecen la verdad, pero también contención

Por eso nuestro espacio no es solo un lugar para despedirse, es también un lugar para sembrar esperanza. Muchas familias han elegido plantar un árbol en honor a quien partió, y hacer de ese árbol un símbolo de vida que sigue. Los niños lo entienden mejor de lo que creemos: ver crecer algo en nombre de quien amaban puede ayudarles a sanar y sentir que la conexión sigue viva.

La muerte no es el fin del amor

Decirle a un niño que alguien ha muerto no es romper su corazón. Es enseñarle que el amor no desaparece, que las memorias se quedan, y que el dolor también es parte de amar.

Y sobre todo, es recordarle que no está solo, que puede llorar, preguntar, recordar y seguir amando… porque hay brazos que lo contienen y raíces que lo sostienen.

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