Skip to main content

En este primer texto de nuestra serie mensual de reflexiones, el Rev. Carlomangno Osorio nos invita a mirar el duelo desde una perspectiva profundamente humana y espiritual: no estamos hechos para caminar solos, especialmente en el dolor.

Inspirado en el pasaje del Evangelio donde Jesús envía a sus discípulos de dos en dos, el reverendo nos recuerda que incluso en la ausencia, la compañía sigue siendo un regalo sagrado. Este texto no solo consuela, también guía… y abre la posibilidad de caminar juntos, incluso entre heridas.

Imagen de Story Pin

Reflexión:

Caminos Compartidos

Queridos hermanos y hermanas, Hoy el evangelio nos regala una imagen poderosa: Jesús enviando a sus discípulos de dos en dos. No los envía solos. No les pide que enfrenten el mundo como héroes aislados. Les dice: “La mies es mucha… pero vayan de dos en dos”.

Y eso, que parece un simple detalle logístico, en realidad es una declaración del corazón de Dios: no fuimos hechos para caminar solos, mucho menos en tiempos de dolor. Muchos de los que estamos aquí cargamos un duelo. Algunos reciente, otros más antiguo, pero que todavía punza. La pérdida duele.

La muerte de alguien a quien amamos es un desgarro que parece no cerrarse del todo. Y cuando eso sucede, el primer impulso que tenemos no es compartirlo, sino escondernos. A veces por miedo, por vergüenza, o simplemente porque sentimos que nadie podría entender.

Pero Jesús, que conoce el alma humana, rompe esa lógica: Él sabe que el corazón herido no se cura en soledad, sino en compañía. Cuando Jesús envía a los suyos, no solo los lanza a predicar… los lanza a  vivir juntos la misión. A llorar juntos cuando sean rechazados, a compartir el pan en el camino, a cuidarse cuando el otro se canse.

Así es el duelo también.

No se trata de salir a “superar” el dolor como si fuera una batalla individual. Se trata de  dejarse acompañar , de no cerrarse a la presencia del otro, aunque no tenga las palabras perfectas. ¿Cuántas veces el simple hecho de que alguien se siente a tu lado sin decir nada, ha sido más sanador que cualquier sermón?

¿Cuántas veces un abrazo silencioso ha hecho más que mil consejos? Eso es lo que hoy nos dice el Evangelio: la compañía es sagrada. Y no solo eso. Jesús también dice algo misterioso: “Cuando entren en una casa, digan: Paz a esta casa”. Eso somos llamados a ser también nosotros:   mensajeros de paz en medio del duelo de otros  . No necesitas ser terapeuta ni sacerdote. A veces basta con estar. Basta con decir:  “no sé qué decirte, pero aquí estoy” . El que ha llorado también puede consolar. El que ha perdido también puede ser bálsamo para otros.

Hoy, al comenzar este camino de sanación, quiero decirte algo muy claro: Tu dolor no es un estorbo para Dios. Tu duelo no es una carga para los demás. Tu historia importa. Tu ausencia importa. Tu ser herido es digno de ser acompañado. Jesús termina el pasaje diciendo: “No se alegren de que los espíritus se les sometan, sino de que sus nombres están escritos en el cielo.”

 

¿Sabes qué significa eso?

Que nuestra dignidad no viene de lo que logramos, ni siquiera de lo que sanamos. Viene de saber que somos conocidos y amados. Que incluso en el fondo de nuestro duelo, Dios no nos ha olvidado. Que nuestros nombres, y también los nombres de quienes hemos perdido, están escritos en el cielo.

Así que hoy te invito a que abras tu corazón al acompañamiento. Que te permitas ser consolado, y también que te atrevas a consolar. Porque en este camino, como los discípulos,   vamos de dos en dos.   Y en ese “otro” que camina contigo, muchas veces encontrarás el rostro mismo de Cristo.

 

Escrito por el Rev. Carlomangno Osorio

Tanatologo y Sacerdote Anglicano

Carlomangno.osorio@gmail.com

446 218 9584

Leave a Reply