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La sola idea de la muerte suele generar miedo, incertidumbre y una gran sensación de vacío. La asociamos con una despedida definitiva, con un adiós que no tiene regreso. Sin embargo, distintas culturas, filosofías espirituales y líneas psicológicas han propuesto otra mirada: la de la muerte como una transformación. ¿Y si la muerte no fuera el final, sino el paso a otra forma de existencia, a otra manera de estar presentes, de amar y ser amados?

La transformación según la tanatología

La tanatología, como ciencia que estudia la muerte y el proceso del duelo, nos ha enseñado que morir no solo implica la pérdida de un cuerpo físico, sino también una oportunidad de crecimiento emocional y espiritual para quienes se quedan. La doctora Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra suiza y pionera en el estudio de la muerte (Universidad de Zürich), afirmó que “la muerte es simplemente una mudanza a una casa más hermosa”. Su trabajo con pacientes en fase terminal reveló que muchos de ellos experimentaban visiones, sueños y estados de paz profunda que sugerían una transición, no una desaparición.

Visiones compartidas: más allá del cuerpo

Raymond Moody, médico y autor del libro Vida Después de la Vida, documentó cientos de experiencias cercanas a la muerte (ECM) en las que personas relataban encuentros con seres queridos ya fallecidos, sensaciones de paz extrema y una visión panorámica de su vida. Estos relatos coinciden, más allá de culturas y credos, con una sensación de continuidad: algo en nosotros trasciende.

Incluso desde la biología, la muerte implica transformación. El cuerpo vuelve a la tierra, nutre otros organismos, se convierte en parte del ciclo vital. Como señala el neurocientífico David Eagleman (Universidad de Stanford), “aunque no tengamos pruebas empíricas de una vida después de la muerte, la conciencia de nuestra existencia está anclada en algo más complejo que solo el cuerpo”.

Creencias ancestrales y sabiduría espiritual

En la cosmovisión de muchas culturas originarias, como la mexica, la muerte es un portal. El Mictlán, por ejemplo, no era el fin, sino un viaje de nueve niveles para llegar al descanso eterno. En tradiciones orientales como el budismo, la muerte es una transición hacia otra vida, y el alma se reencarna dependiendo de su evolución.

Desde el cristianismo, se habla de la “vida eterna”; no como un consuelo simbólico, sino como una dimensión real del alma. Como se menciona en el Evangelio de Juan (11:25), “El que cree en mí, aunque muera, vivirá”.

Actividades para abrirnos a esta visión

Si deseas empezar a integrar esta mirada amorosa y esperanzadora de la muerte, puedes iniciar con estas acciones:

  1. Lectura reflexiva: Elige un libro que aborde la muerte como transformación. Algunas recomendaciones:
    • La rueda de la vida de Elisabeth Kübler-Ross
    • Vida después de la vida de Raymond Moody
    • El libro tibetano de la vida y la muerte de Sogyal Rimpoché
  2. Escribe una carta a tu ser querido fallecido. Habla desde el corazón, cuéntale cómo has transformado tu vida desde su partida.
  3. Participa en ceremonias o rituales simbólicos, como plantar un árbol en su honor, crear un altar con elementos significativos o realizar una caminata silenciosa en la naturaleza.
  4. Comparte tus emociones con otros. El acompañamiento en comunidad ayuda a ver la muerte desde otras miradas. Existen grupos de duelo o encuentros de escucha activa donde puedes encontrar consuelo y sentido.
  5. Escucha meditaciones guiadas o música que trabaje con la idea de la trascendencia. Algunas aplicaciones como Insight Timer tienen programas gratuitos específicos para el duelo y la muerte.

Testimonios que transforman

María Elvira R., una mujer colombiana que perdió a su esposo durante la pandemia, compartió en una entrevista para La Revista Semana que “al principio pensé que todo había terminado. Pero luego, en sueños y señales, empecé a sentir su presencia de otra manera. Me acompaña distinto, pero sé que no se ha ido del todo”.

Igualmente, el psicólogo y acompañante en duelo Jorge Bucay (Universidad de Buenos Aires) dice que “perder a alguien nos invita a redefinir el amor: deja de ser presencia física y se vuelve presencia interior, memoria viva, energía que impulsa”.

 

🌿 Quizá nunca sepamos con certeza lo que hay más allá de esta vida. Pero abrirnos a la posibilidad de que la muerte es una transformación puede llenarnos de paz, de consuelo y de nuevas formas de conectar con quienes ya partieron.

No se trata de dejar de extrañar, sino de transformar la ausencia en algo que también nos nutra.

Te invitamos a reflexionar: ¿qué ha cambiado en ti desde que esa persona se fue? Tal vez ese cambio es la señal de que su amor sigue obrando, ahora desde otra forma de existencia.

 

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